La historia de Pichí.

¡Hola a todo el mundo!

Si hay algo que le debemos a Pichí es, al menos, contar su historia, porque si todo lo que nos pasó a Yosefin, al propio Pichí y a mí cayese en el olvido, sería desde una pena hasta injusto.

Todo comenzó una bonita mañana de primavera. El sol lo calentaba todo a buen ritmo y las tardes en esa época siempre eran momentos amenazados por tormentas. No sabemos aún si el problema que tuvo Pichí fue causado por una de esas tormentas o por el caluroso día, pero lo cierto es que cuando Yosefin y yo volvimos de dar un largo paseo con nuestros adorables perros, alguien había en casa. 

-"¡Maicol! Corre, ven. ¡Hay un pájaro en la habitación!"

Allí fui yo al rescate y los ojos de Pichí y míos se miraron directamente por primera vez y durante cuatro largas horas jamás dejaron de mirarse de manera cómplice.

Pichí es un gorrión o pardal, como decimos por aquí, de muy pocos días de edad. Los suficientes como para tener ganas de empezar a volar con no muy buenos resultados por lo que fuimos comprobando durante nuestra convivencia juntos.

Lo primero y más urgente que hicimos fue rescatarle de la taza del water en donde Pichí decidió aterrizar. Lo segundo que decidimos hacer fue calmar a nuestro nuevo amigo y ofrecerle un rincón de buena temperatura y semisombra donde pudiese llamar a su familia y que ésta pudiera localizar al intrépido integrante del nido. La verdad es que ni la familia ni Pichí parecían tener muchas ganas de contactar y lo que más nos preocupaba en casa eran dos cosas. Una, a las perras, que era comerse al propio Pichí y el otro tema que nos generaba inquietud era la posible deshidratación del alado Pichí. Había que actuar y había que hacerlo rápidamente.

Comenzamos preparando una sopa fría de verano cuyos ingredientes eran pienso de perro y agua. Recomiendan siempre el de gato pero a las perras ese pienso no les gusta del todo. Prefieren el de perro. Yo qué sé. Cosas suyas. 

La cosa es que la sopa en cuestión teníamos que ofrecérsela de la mejor manera posible a Pichí y como no nos parecía de recibo metérnosla en la boca y hacer de "papis pájaro" para introducírsela a Pichi en el gaznate pues utilizamos un tubito de un BIC. Ya sabéis. BIC naranja escribe fino, BIC cristal, escribe normal, BIC, BIC, BICBICBIC...Utilizamos el cristal que además de escribir normal, alimenta a aves y a murciélagos. Sí. Esta es otra historia que nos sucedió el año pasado y ya relataré. La historia de Vampi. 

Pichí se mostró receloso en un primer momento pero no tardó en comprender lo que pretendíamos. Comenzó a beberse la sopa. Ya puestos, Yosefin le acercó una dulce cereza, cosa que Pichí agradeció picoteando dicho fruto. Nuestro joven y no muy habilidoso amigo parecía repuesto y a salvo de una deshidratación. Sus abundantes deposiciones nos hacían ver, por su aspecto y textura, que era un individuo sano.

En cuanto a su comportamiento hay que señalar que se mostró, una vez superado el primer impacto inicial, muy sociable e interesado en nuestro modo de vida. Es más. Nosotros comenzamos a pensar en que Pichí cabía la posibilidad de que formase parte de nuestra familia dado que no parecía que tuviese mucha salida en el medio natural debido fundamentalmente a que no sabíamos si su familia lograría recuperarle o él consiguiese contactar con ellos. Para los ornitólogos que puedan estar leyendo esto y que habrán visto un montón de atrocidades en nuestro comportamiento, sólo comentar que evitamos en todo momento tocar a Pichí pero, como digo, él se mostró muy sociable e interesado en nuestras costumbres. Me explico.

Cuando logramos que dejase de darse golpes contra la paredes y conseguimos que repusiera fuerzas con la sopa y deliciosos frutos de temporada, Pichí se posó en el quicio de una maceta vacía. En todo momento sus negros y espabilados ojillos se interesaron en nosotros que, dada la hora que era, comenzamos a preparar la comida. Algo rápido porque la "operación rescate" nos había roto los planes pero Pichí bien se merece eso. Eso y mucho más.


En algunos momentos del cocinado, una pasta con verduras, Pichí mostró ya no interés, sino ENORME interés, posándose en mi brazo y mirándome, como escrutando con su profunda mirada, cuáles eran los secretos de tan deliciosa receta italiana.

Cuando nos sentamos a la mesa, Pichí volvió al quicio de la maceta. Ahí se posó y comenzó a hacer cosas de pájaro. Estiramientos de alas, aseo personal, saltitos de un lado a otro. Fue fantástico. Incluso Yosefin le consiguió un bicho para que comiese algo de más enjundia, cosa que hizo y agradeció con un piar que comenzó a ser más insistente que hasta aquel momento.

Hicimos el café y fuimos al jardín a tomarlo con, por supuesto, Pichí. Hacía ya unos meses yo había construido una casa-pájaro en la que ningún ave había prestado la más mínima atención pero quién me iba a decir a mí que podría ser un lugar en el que Pichí, nuestro amigo, pudiera estar tan contento mientras tomábamos el café.


Comenzó a piar de manera compulsiva. Algo parecía estar a punto de suceder y, en efecto, Pichí creo que lo que nos estaba diciendo era que muchísimas gracias por todo, que habíamos sido muy amables con él, que había apuntado la receta italiana y se la comentaría a sus padres pero que lo suyo es la libertad y tenía que marcharse.

En efecto y como si de un moscón se tratase porque ese vuelo no puede calificarse de otra manera más que de mosconiano, Pichí decidió volar en busca de sus padres situándose en un árbol cercano para, poco más tarde, marcharse más lejos.

Os aseguro que me hizo feliz verle recuperado y capaz de, al menos, intentar recuperar su vida silvestre. Pero os aseguro también que Pichí, tanto a Yosefin como a mí nos dejó un poco tristes. Había llenado mucho nuestras vidas en esas apasionantes cuatro horas en las que vivimos muchísimas aventuras. Desde entonces, a la puerta de casa, hay un piar muy familiar que quiero pensar que es Pichí. Él pía y yo silbo. Así nos comunicábamos cuando estábamos juntos y así me comunico con el pajarillo de la puerta de casa. Si no es él al menos estoy haciendo un nuevo amigo, de eso no hay duda.

¡Pichí! Si lees esto queremos que sepas que nos hiciste felices y en casa te echamos de menos. Esperamos que estés bien. Un fuerte abrazo.

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